Este calor no es normal. Posts para un Software Green I
Con este post, iniciamos una serie dedicada las posibilidades que tenemos en el sector IT para mejorar nuestra huella de carbono y desarrollar green software.
Por fin pasó el veroño
Aquí estoy, delante de la pantalla, en uno de los primeros días en que he encendido la calefacción, después de haber pasado octubre en bermudas y con el ventilador encendido porque teníamos tiempo veraniego en otoño, después de un verano en el que las temperaturas han batido récords.
Y yo, que soy una persona veraniega, me veo alegrándome de que llegue el frío, pero no es de extrañar: cuando miro los registros ofrecidos por las instituciones, compruebo que la situación no tiene precedentes.
Empleada de Ilitia programando en veroño.
Las palabras de moda (por desgracia)
A estas alturas todos hemos oído términos como calentamiento global o cambio climático. Los dos términos están relacionados: cada vez la Tierra está más caliente, y esto hace que cambie el clima. Cuando antes llovía, ahora hace sol. Donde antes había agua, ahora hay sequía. Y, por irónico que parezca, cuando llueve, lo hace de forma torrencial.
¿Cómo se calienta el planeta?
En realidad, el mecanismo es simple:
- Nuestro planeta recibe energía del Sol: esto hace que la Tierra se caliente.
- A su vez, la Tierra emite energía hacia el espacio: esto hace que la Tierra se enfríe.
- Y hay unos gases que existen de forma natural en la atmósfera, los llamados gases de efecto invernadero, que retienen parte de ese calor que la Tierra emite hacia el espacio: esto crea un equilibrio que hace que el planeta esté “templado”.
El sol calentando el planeta sin sospechar que ya está caliente.
¿Entonces el calentamiento es natural?
No. Desde el inicio de la Revolución Industrial hemos emitido cantidades ingentes de gases de efecto invernadero en la atmósfera, especialmente dióxido de carbono y metano, y también aerosoles (partículas en suspensión en la atmósfera, sobre todo de carbón). Esto ha provocado que la Tierra retenga parte de la energía que debería estar emitiendo hacia el espacio, y esto, a su vez, provoca que la Tierra esté cada vez más caliente, rompiéndose el equilibrio del que hablábamos antes.
¿Hay algo que podamos hacer?
Pues bien, hemos emitido, y seguimos emitiendo, grandes cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Podríamos hacer dos cosas:
- Capturar lo que hemos emitido
- Reducir lo que emitimos o, mejor aún, dejar de emitir
De las dos opciones, la primera está en pañales: las tecnologías de captura están dando sus primeros pasos en estos momentos. Por tanto, nuestra mejor opción es ir reducir nuestras emisiones o, como dicen los que saben, reducir nuestra huella de carbono.
La huella de carbono
La huella de carbono se refiere a la cantidad total de gases de efecto invernadero emitidos de forma directa o indirecta a lo largo de la existencia de una persona, una empresa, un producto… Es decir, mide las emisiones que se producen como consecuencia de la actividad humana.
En ocasiones, los cálculos se limitan a la emisión de dióxido de carbono, pero en general se habla de CO2eq (por “carbon dioxide equivalent” o “equivalente de dióxido de carbono”), teniendo en cuenta la totalidad de emisiones de gases de efecto invernadero, hallando equivalencias entre ellas tomando el CO2 como referencia. Por ejemplo, una tonelada de metano tiene el mismo efecto sobre el calentamiento global que 80 toneladas de CO2, así que normalizamos 1 tonelada de metano como 80 toneladas de CO2eq.
La huella de carbono del individuo
Hay actividades humanas en las que es sencillo ver que hay una emisión de gases de efecto invernadero, por tratarse de emisiones directas. Por ejemplo, si nos movemos en un coche tiene un motor de combustión, veremos de forma clara que estamos quemando un combustible fósil (gasolina o gasóleo) y emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En otras ocasiones, las emisiones no son tan fáciles de identificar, por tratarse de emisiones indirectas. Uno diría que, por ejemplo, al comer no estamos quemando ningún combustible fósil. Sin embargo, la producción de alimentos deja una huella de carbono. Distintos tipos de alimentos dejan huellas de carbono distintas. Así, se sabe que, en general, los alimentos de origen animal tienen mayor huella de carbono que los de origen vegetal, y que la carne de ternera es el tipo de alimento que mayor cantidad de gases de efecto invernadero emite en su producción.
El individuo que se mueve en coche podría reducir su huella de carbono usando el transporte público o, si fuera posible, yendo a pie o en bicicleta. En cuanto a la comida, se podrían usar otras fuentes de proteína en vez de la ternera: por kilo de alimento, el pollo o las sardinas dejan una huella de carbono mucho menor que la ternera.
Yendo a trabajar en transporte público, felices por la baja huella de carbono que están produciendo.
Continuará…
José Ángel Fernández
Full-Stack Senior Software Engineer at ilititia Technologies
Edición: Jon Burguera